Fraternidad Sacerdotal San Miguel Arcangel
"Viviendo el Evangelio, promover la extension del Reino de Dios"
¿Qué evoca en nuestras mentes la figura de San Miguel, el Arcángel, cuando lo vemos con la espada alzada y al Diablo postrado a sus pies? Seguramente, es el conflicto entre el bien y el mal. San Miguel, cuyo nombre viene del hebreo, significando “¿Quién como Dios?” (en latín: Quis ut Deus), debe ser, entonces, el defensor del bien, o quizás deberíamos decir de la santidad; porque como Dios es El Santo, es santidad pura, lo que podemos decir de San Miguel es, inevitablemente, en términos creados y angelicales, un defensor de esta. Esto es lo que su nombre implica. Entonces, en pocas palabras, San Miguel es el defensor de la santidad de Dios. Y que Dios es sobre todo Santo.
Vivimos en un mundo donde los medios masivos de comunicación son predominantes y abusivos divulgando mentiras y verdades a medias —que frecuentemente son las mejores mentiras—. Por ejemplo, si alguien confiesa haber robado un monedero, pero sin decir que tenía un billete de cien dólares, diría la verdad, pero no toda la verdad; y este es el motivo del por qué en un tribunal se obliga a los testigos a decir no solo la verdad, sino toda la verdad. Para nosotros, Dios es la verdad última y absoluta, aunque la filosofía postmoderna quisiera hacernos creer que no existe la verdad absoluta. Pero, si no existe la verdad absoluta y última, pronto nos encontramos en una situación en que cualquier cosa es valedera, y todo es relativo. La verdad se encuentra remplazada por el capricho, por la conveniencia, y cosas por el estilo. Para el cristiano, Dios es La Verdad. Y como San Miguel es “¿Quién como Dios?”, él tiene que ser un defensor de la verdad; mientras que c u a l q u i e r a q u e a d o p t e a S a n M i g u e l c o m o s u p a t r ó n , inevitablemente, tendría que serlo también.
La defensa de la verdad requiere, comprensión, justicia y misericordia. San Miguel no puede ser invocado como una figura de la Inquisición, metiéndose con la espada desenvainada para repartir muerte y destrucción. Más bien, su espada es la espada de la verdad, y también de la comprensión —cercenando todo lo que es falso—, de la justicia y del perdón. El resultado de su acción es que ahora hay una claridad que permite que prevalezca la verdad, la comprensión, la justicia y el perdón. Si comprendemos esto, podemos ver que la Fraternidad de San Miguel Arcángel tiene que dar testimonio de la verdad, de tal manera que sea realmente evidente. Para que la verdad sea vista en todo su esplendor, debe estar engastada con otras piedras preciosas, como la merced y la compasión. Con demasiada frecuencia, los defensores de una posición que ellos consideran como verdadera, recurren rápidamente a los insultos y los gritos. La verdad no requiere de ninguno de estos, sino el argumento calmado, presentado racionalmente. Puede ser que San Miguel sea el jefe de un ejército y esté armado con una espada, pero no es un ejército de seres ignorantes armados con la violencia, sino una hueste santa armada con la razón.